martes, 20 de febrero de 2018

Macrófitos acuáticos y tréboles con poca suerte

Cuando hablamos de plantas acuáticas o macrófitos acuáticos nos referimos a plantas visibles a simple vista que viven en el agua.  Pero cuidado, porque hay plantas acuáticas que tienen formas terrestres y plantas terrestres que tienen formas acuáticas. Los macrófitos acuáticos viven en distintos puntos de agua, donde pueden estar arraigados al sustrato o no, con todas sus partes sumergidas o con hojas y flores flotantes o emergentes. Existen multitud de adaptaciones, desde plantas carnívoras a plantas capaces de autofecundarse, de aguas estacionales o permanentes, dulces o salinas.

Clasificación de las plantas relacionadas con el medio acuático (Imagen: Taxagua, MAPAMA).

El grupo de los macrófitos acuáticos está formado por 117 especies. En esta ocasión nos centraremos en los macrófitos vasculares, que incluyen helechos y plantas con flores. Hablando de flores, éstas no siempre se van a observar fácilmente, ya que la adaptación a la vida acuática ha hecho que las partes más vistosas de las flores se hayan atrofiado o desaparecido, ya que no necesitan atraer a los insectos, pues la polinización se produce por el agua.

A pesar de la pérdida o degradación de zonas húmedas, la flora acuática española es una de las más interesantes de Europa. Pero muchas de estas plantas se encuentran amenazadas, incluso en riesgo de extinción:

Herbario Virtual CeDocBiV
Marsilea quadrifolia, conocida como trébol de cuatro hojas o trébol de agua, es en realidad un helecho acuático, cuya categoría de amenaza UICN es “Extinto en estado silvestre (EW)”. Esta especie fue abundante en Girona, el Delta del Ebro y la Albufera de Valencia, pero todas estas poblaciones fueron desapareciendo, debido al cambio en los usos agrícolas y a la eutrofización del medio. Actualmente existe una colonia que sobrevive en una finca de Ourense, cuyo origen es una incógnita. Por otra parte, se mantiene una pequeña población en una zona controlada del Parque Natural del Delta del Ebro, en el marco de un programa de recuperación a partir de esporocarpos encontrados en el fango de esta misma zona.


Otra planta acuática conocida como trébol de agua es Menyanthes trifoliata, único representante de su género. Este trébol es propio de turberas y zonas higroturbosas y actualmente se encuentra en regresión debido a la pérdida y degradación de su hábitat y a su interés medicinal. El interés farmacológico ha dado lugar a una recolección masiva, muchas veces no regulada, por lo que se encuentra incluido en el anexo D del reglamento CITES comunitario.

Esta planta resulta rara y escasa a nivel peninsular, donde aparece solamente en la mitad septentrional. A nivel nacional no aparece recogida en la Lista Roja de la Flora Vascular Española, la protección legal con la que cuenta se restringe a los catálogos regionales. En el caso de la Comunidad de Madrid, donde está catalogada como “Vulnerable”, se ha propuesto asignarle la categoría de “En Peligro de extinción”. 

Bibliografía consultada:

Alarcos, G. y Madrigal, J. 2018. “Localizada una nueva población de trébol de agua en Zamora”. Quercus 384: 59.

Baonza, J.; Medina, L. y Montouto, O. 2006. “Conservación de una planta medicinal y de turbera, Menyanthes trifoliata, en España y en la Comunidad de Madrid”. Conservación vegetal, 10: 11-13.

Cirujano, S.; Meco, A.; García, P. y Chirino, M. 2013. “La flora acuática española”. Quercus 331: 24-34.

http://www.mapama.gob.es/es/biodiversidad/temas/inventarios-nacionales/903_tcm7-149550.pdf

http://soporte.patrimonionatural.net/FLVS/2013_02_27_Datos_para_Repositorio/efd/Menyanthes_trifoliata.pdf 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Bsal: nueva amenaza para los anfibios

Como ya comentábamos en la última entrada del blog, los anfibios se encuentran en acusado declive a nivel mundial y las enfermedades emergentes son una de las principales causas en todos los continentes.
La globalización favorece, sin duda, la dispersión de estos nuevos patógenos, entre los que destacan los hongos quitridios y los ranavirus.
Esporangios y zoosporas de hongo quitridio
Hace ya casi veinte años que se identificó por primera vez la enfermedad denominada “quitridiomicosis”, producida por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd). Este hongo ha sido responsable de la muerte de miles de anfibios, también en España, donde destaca el trabajo del equipo de Jaime Bosch (CSIC). Las numerosas investigaciones llevadas a cabo han permitido avanzar en el conocimiento y mitigación de la enfermedad, pero hasta la fecha no se ha encontrado una solución realmente eficaz.

Actualmente todas las alarmas giran en torno a otra especie de hongo quitridio, de origen asiático: Batrachochytrium salamandrivorans (Bsal). La enfermedad producida por este hongo es aún más peligrosa que la anterior y resulta extremadamente virulenta para salamandras y tritones. Los anuros (sapos y ranas) actúan como reservorio de la enfermedad sin padecerla, dificultando su control.

Hasta la fecha Bsal ha sido identificado en el entorno natural de tres países de la Unión Europea (Países Bajos, Bélgica y Alemania). En los Países Bajos, donde se describieron por primera vez los brotes de Bsal, se ha producido una pérdida del 99,9% de los ejemplares de Salamandra salamandra en un periodo de 7 años.

Los síntomas más visibles de esta infección son problemas en la piel (úlceras, desprendimiento…), anorexia, ataxia y muerte en última instancia. Bsal se ha detectado en etapas tardías y no se tiene constancia de que sea capaz de infectar a las larvas.

Principales síntomas de Bsal
(bsalinfoeurope.wixsite.com/eubsalmitigation2017)

Por desgracia, existe la probabilidad de que esta nueva enfermedad llegue a la Península Ibérica. Por ello, si descubres anfibios muertos en el campo, es importante que hagas numerosas fotografías y apuntes algunos datos de interés (localización, fecha, número de animales, etc.). Igualmente es de gran importancia desinfectar las botas y todo el equipo de campo.

Bibliografía consultada:



https://www.parquenacionalsierraguadarrama.es/es/blogs/sos-anfibios

Trenton WJ Garner, Benedikt R. Schmidt, Un Martel, Frank Pasmans, Erin Muths, Andrew A. Cunningham, Che Weldon, Matthew C. Fisher, Jaime Bosch. 2016. “Mitigating amphibian chytridiomycoses in nature”. Phil. Trans. R. Soc. B, Vol. 371.

viernes, 9 de febrero de 2018

El contaminado declive de los herpetos

La herpetofauna (anfibios y reptiles) se encuentra en un escenario actual de declive planetario como consecuencia de diversos factores, entre los que destacan las especies exóticas invasoras, el cambio climático, las enfermedades emergentes y la pérdida de hábitat. En relación a esto último, la contaminación acuática se presenta como uno de los grandes problemas. La actividad humana genera un sinfín de residuos químicos, que en muchas ocasiones alcanzan los puntos de agua. Hablamos de plaguicidas (insecticidas y rodenticidas son los que presentan un mayor riesgo de intoxicación para la herpetofauna), subproductos de desinfectantes, contaminantes orgánicos persistentes (POPs), metales pesados y metaloides, contaminantes emergentes (fármacos, hormonas, cosméticos…), etc. Todas estas sustancias presentan una elevada toxicidad para los anfibios y los reptiles acuáticos y pueden actuar como disruptores endocrinos en concentraciones químicas muy bajas, incluso en niveles menores de partes por billón. Sin embargo todo esto no se suele tener en cuenta a la hora de valorar los riesgos ambientales derivados del uso de estas sustancias, como pone de manifiesto el reciente estudio de Ortiz-Santaliestra y colaboradores (2017).

A pesar de que la contaminación química se reconoce como uno de los principales factores de amenaza para la herpetofauna, existe un gran déficit de información al respecto. Habitualmente se considera que la evaluación de los potenciales efectos sobre anfibios y reptiles está cubierta mediante peces, mamíferos y aves. Pero realmente no es así, como pone de manifiesto el citado artículo, el cual constituye una concienzuda revisión de la información toxicológica disponible actualmente sobre anfibios y reptiles. Los resultados de este estudio sugieren que los datos de toxicidad generados por los peces (la trucha arcoíris es la especie más utilizada) son aceptablemente extrapolables al caso de los anfibios, aunque con matices. Sin embargo, las aves y los mamíferos no son para nada sustitutos adecuados. Aproximadamente en el 30% de los casos los anfibios y los reptiles resultan ser más sensibles que las aves y los mamíferos.  El estudio también aporta datos sobre las etapas de vida más delicadas, que en el caso de los anfibios resultan ser las fases larvarias.

El galápago europeo, en concreto, presenta una gran susceptibilidad ante pequeñas modificaciones del medio donde habita, como pueden ser una presencia humana creciente o vertidos ocasionales que modifiquen las características del agua. En general, los factores de estrés ambiental tienen un gran impacto sobre la respuesta inmune de los reptiles, siendo la causa de muchas de las enfermedades encontradas en las poblaciones naturales. En concreto, la contaminación del agua aparece como un factor fundamental en la patogénesis de las enfermedades de piel y caparazón de las tortugas dulciacuícolas.

En el medio natural, la sensibilidad de los reptiles a la contaminación está condicionada por multitud de factores. Lo más habitual es que los niveles de contaminación presentes en el medio se asocien con efectos subletales sobre los organismos, ya que éstos deben invertir parte de su energía en metabolizar el contaminante para eliminarlo o acumularlo, a expensas de comprometer otras funciones biológicas. Pero, debido a su longevidad, adaptaciones fisiológicas y hábitos carnívoros, el galápago europeo es una especie potencialmente sensible a los procesos de bioacumulación y biomagnificación, exponiéndose a los contaminantes por diversas vías: dérmica, oral, in ovo y por transferencia materna.

Algunas poblaciones madrileñas de galápago europeo no escapan a este conflicto, como ha podido comprobar GREFA. La contaminación acuática es especialmente grave en aquellas poblaciones que acumulan otros factores de amenaza, como el aislamiento geográfico. En este caso, la pérdida de potencial adaptativo por endogamia supone una disminución en la capacidad de respuesta ante modificaciones ambientales como la exposición a contaminantes. La realización de análisis de agua y/o sedimento resulta una herramienta conservacionista de gran valor en aquellos humedales donde la condición física y el estado sanitario de los galápagos reflejan una baja calidad del agua.



Bibliografía consultada:

Fernández Allende, M. 2015. “Efecto de la presión antrópica sobre el estado de conservación de dos poblaciones de galápago europeo (Emys orbicularis) de la Sierra de Guadarrama (Comunidad de Madrid)” Trabajo Fin de Máster UCM en Biología de la Conservación (no publicado). 

Ortiz-Santaliestra, M.E. & Egea-Serrano, A. 2013. "Análisis del impacto de la contaminación química sobre la herpetofauna: desafíos y aplicaciones prácticas". Bol. Asoc. Herpetol. Esp. 24: 2-34.

Ortiz-Santaliestra, M.E., Maia, J.P., Egea-Serrano, A., Brühl, C.A., Lopes, I. 2017. “Biological relevance of the magnitude of effects (considering mortality, sub-lethal and reproductive effects) observed in studies with amphibians and reptiles in view of population level impacts on amphibians and reptiles”. EFSA Supporting publication.