miércoles, 25 de abril de 2018

Custodia del territorio: herramienta conservacionista de gran valor


Los orígenes de la custodia del territorio se remontan a finales del siglo XIX en Estados Unidos. Desde entonces, este movimiento se ha ido extendiendo, hasta formalizarse en España en el año 2000.

La custodia del territorio supone una herramienta conservacionista en auge de gran valor, basada en un conjunto de estrategias e instrumentos que pretenden implicar a los propietarios y usuarios del territorio en la conservación del patrimonio natural y/o cultural. Esta herramienta es especialmente relevante cuando los valores a conservar se encuentran más allá de los espacios protegidos por las administraciones públicas.

La custodia no supone la protección absoluta del territorio, sino más bien una gestión sostenible en la que se restringen solo aquellos usos perjudiciales para el entorno. El objetivo más habitual es conservar especies y hábitats.

En esta estrategia, además de los propietarios y usuarios del territorio, intervienen las denominadas entidades de custodia (organizaciones sin ánimo de lucro que participan activamente en la conservación del patrimonio natural), a través de la formalización de acuerdos voluntarios entre ambas partes.

En el año 2013 se contabilizaban hasta 188 entidades de custodia en España, que a menudo se agrupan en redes autonómicas.

GREFA y el galápago europeo

Desde el año 2015, la ONG GREFA actúa como entidad de custodia para más de 300 Ha situadas en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares (Comunidad de Madrid). Esta zona también está declarada Reserva de la Biosfera y protegida por la Red Natura 2000. Los objetivos de estas figuras de protección, dirigidos a conservar los recursos naturales de forma compatible con los usos y actividades tradicionales, encajan perfectamente bajo el manto de la custodia del territorio.  

Las fincas privadas en custodia (con actividades de recreo y/o ganaderas) se encuentran situadas en una zona histórica de presencia del galápago europeo, con distintos arroyos que desembocan en el Río Manzanares. Se trata por lo tanto de un hábitat muy adecuado para acometer los trabajos de conservación y recuperación de la especie. En este caso, los propietarios de las fincas se comprometen a desempeñar su actividad de forma compatible con la presencia del galápago, a través de buenas prácticas tales como no alterar el régimen hídrico ni realizar actuaciones que puedan degradar las charcas, limitar la presión ganadera o evitar la quema de rastrojos y zarzas.





Bibliografía consultada:
Xarxa de Custòdia del Territori.

viernes, 6 de abril de 2018

Interacciones y adaptaciones en un mundo antropizado y cambiante

El caso del zampullín cuellinegro

Las marismas de Odiel (Huelva) albergan una gran riqueza de aves acuáticas, a pesar de la alta contaminación presente en este humedal, como consecuencia de los residuos mineros y de la gran actividad industrial. Una de estas aves, el zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis), constituye un ejemplo más de lo fascinantes y sofisticadas que pueden ser las interacciones ecológicas. Se trata de una compleja relación entre un ave, un crustáceo y un cestodo parásito.

La clave está en los carotenoides, pigmentos orgánicos que previenen y reducen la toxicidad de contaminantes como los metales pesados y los metaloides. Al alimentarse del crustáceo Artemia, los zampullines adquieren un parásito que podría estar protegiéndoles de la contaminación, ya que los crustáceos parasitados presentan un mayor contenido en ciertos carotenoides. El parásito es capaz de manipular el comportamiento de Artemia para que sea más accesible y atractiva ante las aves, llegando así hasta el zampullín. Pero no olvidemos que estamos hablando de un parásito y que por tanto debe causarle algún perjuicio a su hospedador, aunque en estas zonas tan contaminadas los beneficios de un mayor acceso a los carotenoides superan los costes de la infestación.

El caso del correlimos gordo

El empequeñecimiento corporal se ha propuesto como la tercera respuesta de las especies al calentamiento global, hecho en el que parece influir el coste metabólico. En especies adaptadas a explotar recursos concretos, como es el caso de las aves limícolas, la progresiva reducción del tamaño corporal puede tener graves consecuencias ecológicas. Es el caso del correlimos gordo (Calidris canutus), una especie que cría en el Ártico ruso e inverna en Mauritania. Van Gils y colaboradores (2016) observaron que los individuos jóvenes eran de menor tamaño y presentaban el pico más corto en los veranos de deshielo temprano. Este hecho supone un problema a la hora de alimentarse en los cuarteles de invernada, ya que los jóvenes correlimos no pueden acceder a la presa más abundante, un bivalvo que se entierra en el sedimento, lo cual les puede acarrear problemas de malnutrición.



Bibliografía consultada:

Marta I. Sánchez et al. 2018. “Zampullines cuellinegros ante la contaminación: la importancia de las interacciones ecológicas”. Quercus 386: 12-18.

David R. Vieites y Salvador Herrando-Pérez. 2018. “Hacia el mundo de Lilliput”. Quercus 386: 54-56.